Hace un par de días un columnista de opinión buscaba alimentar las ventas del libro de su amiga, su estrategia: el llamado a quemarlo. El periodista trataba de alborotar, de ser provocador, tan solo logró repetir su famosa performance de la entrevista a Verónika Mendoza, todo por llamar la atención hacia el libro. El texto de marras, que intenta pasar por una investigación académica, es en realidad un ensayo para desviar la atención frente al crimen de las esterilizaciones forzadas. 

Utilizando determinadas cifras de manera hábil, manipulando argumentos de diferentes expertas y expertos, excluyendo partes importantes de estos argumentos, omitiendo información indispensable como oficios de reporte, fotografías que evidencian las cuotas, sin entrevistar a las víctimas y sin trabajo de campo alguno – aunque el supuesto trabajo de campo es lo primero que promociona la autora-, este texto es un instrumento para limpiar de responsabilidad a Fujimori en la implementación de una política pública construida y dirigida para esterilizar a las mujeres más pobres en el Perú, a las mujeres indígenas.

Reconozco que cuando empecé a leerlo no pude evitar fijarme en todos los errores de redacción y edición, son demasiadas citas mal hechas, cuadros de datos sin fecha, manipulación en la cronología del tiempo que coloca hechos en 1998, como consecuencia de acciones que según la autora ocurrieron en 1999. Sin embargo, conforme iba avanzando con la lectura, el dolor de ver tanto intento de impunidad hizo que la vergüenza ajena se convirtiera en hartazgo.

La política de esterilizaciones forzadas que instaló Alberto Fujimori no fue un producto de consecuencias inesperadas o casos de incumplimiento de los médicos, como busca hacer creer este libro, sino que fue pensada y diseñada desde el principio con metas específicas que se tenían que cumplir solo para el método de esterilizaciones -los otros métodos no tenían metas-, con personal de salud que tenía que cumplir cuotas de mujeres sometidas a dicha intervención, con centros de salud que no cumplían con los mínimos indispensables para operaciones quirúrgicas, con un despliegue nunca antes visto en la historia del Perú de personal con órdenes de ligar las trompas de las mujeres en zonas rurales, con informes en los cuales técnicos y profesionales de salud daban cuenta de cómo avanzaban, con oficios que enviaba el entonces ministro de salud reportando al entonces Presidente de la República de la implementación de esta política. Todo esto pasó y de todo esto hay pruebas; sin embargo, la autora las omite o no las presenta de manera completa.

Es imposible, con toda la evidencia recolectada a la fecha, con todos los testimonios de las mujeres que fueron cortadas muchas veces a la fuerza, manipuladas en sus cuerpos, con tanto dolor acumulado, que se intente tapar este crimen. Pero la autora lo intenta, al igual que Keiko en Harvard, repitiendo el mismo argumento y ahora de manera ampliada en un libro, equiparando así discursos tan perversos como el de presentar violaciones generalizadas de derechos humanos como casos aislados, excesos.

Porque sí, aunque muchas personas no quieran verlo, así como Fujimori fue capaz de crear desde el Estado y con nuestro dinero, un escuadrón militar que mató ciudadanos peruanos, heladeros, estudiantes, campesinos y que sirvió incluso como escuadrón de sicarios para mandar a matar; así también Fujimori, junto con su asesor, fue capaz de aprobar una política de Estado dirigida a esterilizar a las mujeres más pobres del país, qué importaba si en el camino murieran o quedaran con complicaciones post operatorias de por vida, qué importaba si muchas de las mujeres que esterilizaban tenían menos de 25 años o estaban embarazadas, nada importaba, las metas debían cumplirse.

Pero la autora no es ingenua, aunque haga lo imposible por demostrarlo, el interés de llevar la discusión a otro nivel es parte de un guion que repite el fujimorismo desde finales de los años 90; quizás una de las aristas más graves es que este texto se publica cuando el fiscal Landa, después de una investigación interminable del Ministerio Público, tiene que emitir resolución sobre este caso; es decir cuando está a punto de decidir si este caso puede pasar al Poder Judicial o no.

No es de extrañar que este crimen de Estado perpetrado contra las mujeres más pobres del país, haya cansado ya a un determinado sector de la población; así como en su momento no se quiso ver que fueron demasiado muertos en el conflicto armado, ahora parece haber un determinado sector de periodistas que salen a decir que el texto aporta sólidos argumentos para demostrar que la política no fue tal, curiosamente nunca mencionan estos argumentos, a lo mucho citan y se auto confunden en un sinfín de cifras de los diversos informes que existen sobre este crimen, informes que analizados de manera seria y no antojadizamente, aportan cada uno desde sus competencias una pieza más al rompecabezas: que este caso fue sistemático y generalizado, y fue un crimen de lesa humanidad perpetrado por el Estado donde el responsable es Fujimori.

Frente a estos discursos que buscan negar crímenes solo queda decir de manera firme y con evidencias que los intentos por buscar justicia y sanción para quien dirigió esta política no cesarán, porque no fueron las mujeres afectadas las que cometieron crimen alguno, ellas no empezaron el fuego, tampoco lo empezamos quienes buscamos verdad y justicia para este caso, los que perpetraron este terrible crimen fueron quienes empezaron el fuego, y aunque no les guste a algunos periodistas de la élite limeña, los delincuentes tiene que pagar por todititos sus crímenes.